martes, 12 de octubre de 2010

Nadie a quien reclamar.- (parte I)

Esa noche había llovido y las calles intransitables de barro, mostraban su peor cara.- El agua corría jugueteando por las pequeñas zanjas que viboreaban entre los estrechos pasillos, mezclándose con la suciedad de baños inexistentes, animales muertos y basura desparramada a granel, que hacían la delicia para las ratas.-
El rancho se llovía y el piso de tierra, también se había mojado.- Dos colchones muy rotos, que en su momento fueron de dos plazas, sin sábanas, tirados en el suelo sobre un plástico para que no se mojen, eran el descanso nocturno de las miserias de los habitantes del ranchito.-
Mamá, papá y Lucía, dormían en uno de ellos y en el restante, cuatro hermanos varones.-
Sobre las escasas sillas y en la mesita de madera despintada, se amontonaban grandes cantidades de ropa, que la mamá, caminando las calles de la incertidumbre, malgastando horas a su vida, recogía todos los días, pidiendo casa por casa.-
La mayoría era ropa muy vieja y rota, que ya no servía para nada, esa la cortaban y la vendían como trapos para la industria y la otra, la mamá la arreglaba un poquito y la ofrecía por monedas adentro de la misma villa.-
Lucía tenía siete años, nació en ese rancho, con la pobreza como único juguete y la caricia diaria de la miseria.- Pero ella no conocía otra cosa, se conformaba con lo que tenía y nunca le reclamaba nada a nadie.-
¡A quien podría reclamar si ni siquiera había salido de la villa!
Era delgada, de cabellos rubios siempre desordenados y sucios, muy alegre y despierta.- De ojos grandes y verdes, curiosa y movediza.- Linda, muy linda.-
Solía caminar por el barrio, haciéndole gambetas a los charcos de agua sucia, con sus piecitos saltarines desnudos y sus ojotas listas para romperse.- Siempre con algún que otro vestidito cansado de tantos remiendos y con las carencias cubriéndole la piel.-
Pero los días de sol, eran otra cosa, le brotaban chispitas de los ojos, su cuerpito se cubría del aroma salvaje de las flores y salía con su mejor sonrisa de agujerito a cuestas, lista para regalársela a quien quisiera mirarla.-
Dos agujeritos fabricados hacían un par de semanas, pero el Ratoncito Pérez ni se enteró, porque él no anda por esos lugares olvidados de la mano de Dios.-
Igualmente Lucía no lo conocía, ni siquiera lo había escuchado nombrar, pero la mamá sí, por eso la noche que se le cayeron los dientitos, ella lloró mientras le acariciaba la carita de nena dormida.- Sabía que el ratoncito pasaría de largo, porque no había nada para dejarle debajo de la almohada.-
Pero eso a la pequeña no le molestaba.-
Ella era hija “adoptiva” de la “pobreza estructural”, que invade impunemente la riqueza de nuestro país, esa pobreza que consume votos pero que ningún político hace nada para conjurar.-
Lucía no lo sabía pero ella era solamente una nena entre cientos, miles de niños en su misma condición.-
Su verdadero nombre era Lucía Aguirre, pero la mamá le decía “Lucha”.- A ella mucho no le gustaba porque los hermanos la cargaban y la llamaban "Laucha", pero se había acostumbrado y cada vez que le decían así, se encogía de hombros y se sonreía.-
La única ventana del rancho estaba muy alta para la escasa estatura de Lucha y además, solo se podía mirar a través de ella solamente si estaba abierta, porque los dos únicos vidrios se habían roto hacía mucho tiempo y en su lugar, gruesos cartones trataban de impedir la entrada del frío.-
Llegaba el invierno y el viento se hacía notar cada vez más.-
En el medio de la casilla de chapa y cartón, una salamandra, oxidada de puro vieja, conseguida por el papá en un desarmadero, calentaba el ambiente.- Por eso, cuando el papá y los hermanos salían a “cartonear” con los carritos de chapa con llantas de bicicleta y ruido a latas golpeando sobre los empedrados de esos barrios alejados del centro, uno de ellos, siempre recogía leña, porque la salamandra, no solo calentaba, también servía para hacer la sopa en esos días que no había ni para garrafa.-
Quemaba.-
Había que pasarle lejos porque quemaba la piel, pero todos estaban acostumbrados y era bastante buena porque calentaba lindo, salvo cuando se tapaba la chimenea de caño hasta el techo y el humo inundaba todos los rincones.-
Entonces, había que salir corriendo porque no se podía respirar, hasta que el papá la arreglara.-
Hombre morocho el padre.- De pocos dientes, estatura escasa y mente estrecha.-
Silencioso.-
En su limitado lenguaje no existía la palabra amor, ni cariño, ni ternura.- Recto, poco instruido pero buen persona.-
Andador incansable de esas calles de empedrado desparejo, en busca del magro sustento diario en el que se transformaban una pila de cartones y que servían para alimentar a su familia.- A veces, limosneaban por algunas casas y negocios conocidos y algo más conseguían.-
Bebedor de vino tinto barato.-
¡Tinto, porque el blanco es para las mujeres! Decía mostrando su sonrisa maltrecha y frunciendo sus profundas arrugas establecidas por las carencias y el maltrato del tiempo.-
Trabajador inagotable, peleándole día tras día a una miseria agobiante que laceraba su piel y que nunca pudo entender.-
Pero esa tarde, era distinta para Lucha.-
El papá y los hermanos todavía no habían llegado.-
La mamá entró al ranchito con una bolsa de plástico enorme, rebosante de ropa casi siempre inservible, pero esta vez, adentro había una más chiquita.-
¡Tomá Lucha, para vos!
Lucía abrió los ojos entusiasmada, se descalzó, saltó arriba del colchón y la vació.-
Sus ojitos llenos de carencias no daban crédito a lo que veían.-
¡¡Ropa de nena!!
Una bombachita con unos dibujitos hermosos y lo más importante, los elásticos ajustados, seguramente no se le bajaría molestándole cuando caminaba como la que tenía puesta.-
Rápidamente, miró para todos lados asegurándose que nadie la vea y en un movimiento casi imperceptible, se quitó la vieja y se la colocó.-
Efectivamente, le quedaba ajustada y no se le caía.-
Una sonrisa de fantasía iluminó su rostro.-
Y un par de medias, de color blanco y rosa, con un nombre “Kitty” y un dibujito y aunque ella no conocía su significado, se enloqueció.-
¿Quién podía tirar esas medias nuevas y hermosas si ni siquiera tenían un agujerito?
Y se las colocó.-
Y otras medias, también blancas, pero que le llegaban a la cintura, reabrigadas y un par de zapatillas impecables, justo para ella, sin cordones, con abrojitos, fáciles de abrochar.- Y una camiseta de mangas largas y una remera y un pulóver azul, de lana, calentito y un vestidito azul con falda tableada.-
¡Nuevo, todo nuevo!
¡¡Una maravilla!!
Se lo colocó, se dio cuenta que le quedaba perfecto y su corazoncito saltó de alegría.- Si hasta podía volver al colegio, ir con su amiga la Sofía y ya no le iba a dar vergüenza que la vean con la ropa toda rota.-
La mamá se acercó, se arrodilló en el colchón con sus rodillas gruesas, doloridas de tanto andar, acomodó sus anchas caderas y la miró con ojos negros, llenos de una sonrisa hecha tristeza.-
¡Lucha, cuidala porque era de una nena que enfermó y los angelitos la llevaron a pasear al cielo!
Una lágrima le recorrió su regordeta cara y besó a su hija en la frente, se persignó, miró para arriba y le agradeció a Dios por tenerla a su lado.-
Lucha no entendió lo que le dijo su mamá, pero movió la cabeza en señal de aprobación y enseguida giró sobre una pierna.- La falda se le levantó casi hasta la cintura y giró una y otra vez, enloquecida y cada tanto se la levantaba para mirarle los dibujitos a la bombachita.-
¡Bueno, Lucha, andá del Cosme a buscar pan, yerba y vino tinto para tu padre, que hoy vendí tres pantalones y pude comprar algo de carne y el verdulero me regaló un montón de cosas que iba a tirar y que están buenas, así que comemos puchero! Le gritó la mamá.-
¡Carne!
Palabra difícil de encontrar en esa casa y aunque la nena sabía que no alcanzaría para todos, algún pedacito le iba a tocar.- Y se puso contenta.-

El Cosme.- Almacenero.- Hombre de plata, morocho, musculoso y chaqueño.-
Su almacén estaba a escasos veinte metros de su casa.-
Tenía pisos de cemento, paredes de ladrillos y hasta el techo era de cemento.- No se llovía ni entraba el frío.-
Dos piezas y hasta baño adentro de la casa, tenía.-
Con inodoro, con un tanquecito arriba y una cadenita, que cuando la tirás, el agua se lleva todo lo que hiciste y no tenés que sacar el tacho con todo eso a la calle.- Y además, calefón, de esos que se enchufan y al ratito sale agua calentita.-
Tenía dos ventanas grandes, con vidrio y todo, transparentes, se veía la calle y cortinas gruesas para que nadie pueda mirar para adentro.-
¡Mucha plata tenía el Cosme!
Y era bueno, les daba fiado para que puedan comer en esos días que no había nada y cuando Lucha iba, le regalaba un caramelo.-
Casi siempre, si no había clientes, la hacía pasar un ratito a la pieza de atrás y le mostraba las cosas nuevas que le compraba a unos chicos raros, que le traían de todo y él, a cambio les daba unas bolsitas muy chiquitas, de plástico, que guardaba escondidas en un agujero de la pared y Lucha no sabía para que servían.-
Un día se compró un grabador grande y escuchaba esa música como le gusta a la mamá.-
La semana anterior se había comprado una tele a color, con las antenitas arriba y se la mostró una tarde.-
Lucha estaba asombrada de ver todo en colores, como en la vida real, pero allí adentro, atrás del vidrio.-
¡Venite a la tarde a ver los dibu! Le dijo el Cosme.-
Pero cuando Lucha le pidió permiso a la mamá, se enojó y gritó.-
¡Ni loca, ese tipo es peligroso!
Pero la palabra “peligroso” no existía dentro de su infantil vocabulario y a las tardecitas, siempre con alguna excusa, se escapaba a ver los dibu en colores con el Cosme.-
¡Porque a él también le gustaban!
Y le gustaban tanto los dibu, que cuando Lucha entraba, cerraba el almacén y ponía un cartelito que decía:
“SERRADO, buelbo en media hora”
Y después, corría las cortinas de la pieza.-
¡Para que el sol no entre y se pueda ver mejor la tele! Dijo.-
Aunque Lucha no entendió, porque a esa hora, el sol ya estaba bajando y no molestaba para nada.-
Y los dos se sentaban en la cama a ver la tele.- El Cosme le regalaba caramelos y le hacía cosquillitas por todo el cuerpo, mientras los dos veían los dibujitos.-
Ella se sentaba arriba de las piernas huesudas del Cosme y él le metía la mano por debajo de su remerita y le hacía cosquillas en la panza…..y en la espalda….y en las piernas….y en la entrepierna.-
A Lucha le gustaba porque la hacía reír y a veces, temblaba toda y sentía un calorcito que le subía por todo el cuerpo y la hacía vibrar.- Se quedaba muy quietita mientras el Cosme le hacía cosquillitas, porque sabía, que encima, si no decía nada, cuando se iba le regalaba otro caramelo.-
El Cosme vendía de todo.-
Comida, alimento para animales, herramientas usadas, ropa y otras cosas que Lucha no entendía.-
En una estantería, sobre una pared, había ropa de nena y varias veces, Lucha le pidió a la mamá que le comprara una bombacha porque las que tenía se le caían porque los elásticos estaban muy estirados.-
Pero la mamá, con lágrimas en los ojos, siempre le respondía lo mismo.-
¡Hoy no podemos, aguantá un poco más que ya te vamos a conseguir ropita!
Y Lucha aguantaba sin reclamar nada, porque su pobreza nada sabía de reclamos.-
Y la promesa al fin se cumplió.-
Tenía un montón de ropita nueva y estaba ansiosa por mostrársela al Cosme para que vea lo linda que estaba.-
¡Tengo ropita nueva y no se me cae más! Le iba a decir.-
Y encontró la excusa para ir.-
¡Mamá, me voy de la Sofía para mostrarle le ropa! ¿Querés algo del Cosme así no vuelvo a salir después? Le preguntó casi sabiendo la respuesta.-
Y la respuesta llegó en forma de pan, yerba y vino tinto.-
Lucha se puso recontenta y como afuera estaba todo embarrado, se sacó las medias largas y las cortitas y las zapatillas de abrojitos.-
Se puso las ojotas viejas, esas que se rompían en cualquier momento, total, las medias se las iba a mostrar al Cosme otro día, cuando todo esté seco, así no se ensucian, si se le enfriaban los piecitos, no había problema porque ella estaba acostumbrada, además, tenía el vestido, la camiseta y el pulóver.-
Y salió corriendo llenándose de viento frío la sonrisa.-
Entró al negocio justo cuando estaban por comenzar los dibu.-
El Cosme la vio y se le iluminaron los ojos.-
¡Que linda!
Lucha le regaló su mejor sonrisa con agujerito, esperó que cierre el almacén, que ponga el cartelito y los dos se fueron, tomados de la mano, hasta la pieza para ver la tele.-
Porque al Cosme le gustaban mucho los dibu y cerró las cortinas para ver mejor.-
¿Te gusta? ¡Mirá!
Le dijo la nena antes de sentarse, dando una vuelta completa sobre un pié.-
La pollera voló sobre su cintura y el Cosme se sonrió.-
¡¡Ropita nueva!!
Lucha se levantó la pollera mostrando sin pudor el hermoso trofeo que le había regalado la mamá.-
¡Si, es nueva y no se me cae y tiene dibujitos lindos! Exclamó con los ojitos inundados de felicidad, dejando traslucir su más pura inocencia.-
El Cosme la alzó y la sentó como siempre sobre sus piernas y le hizo cosquillas, mientras los dibu hacían de las suyas adentro de la colorida pantalla.-
Las cosquillas se hicieron cada vez más fuertes y Lucha comenzó a reírse como loca, tirándose para atrás.- El Cosme la acostó sobre la cama sin dejar de hacerla reír.-
¡No puedo ver la tele! Gritó la nena riendo, pero entonces se dio cuenta que el Cosme estaba arriba suyo.-
¡¡No que hacés, me aplastás!!
Intentó separarlo con la fuerza insignificante de sus bracitos de nena de siete años, pero ya no había más cosquillas, las manos del hombre estaban en otro lado, más allá de su pequeño mundo infantil lleno de ilusiones, más allá de los dibujitos en colores.-
Y pasó lo inesperado.-
Un ruido de tela rasgada terminó con la risa de Lucha.- Enseguida un inexplicable dolor de mil agujas la paralizó y un calor de fiebre le recorrió el cuerpito.-

Solo veinte metros la separaban de su casa, solo veinte metros que parecían dos mil.-
Quiso correr, pero le dolía tanto la panza que caminó muy despacio, apoyándose cada tanto sobre las paredes de las casas vecinas, mirando para atrás, con el temor instalado de que el Cosme la persiga y la agarre de nuevo.-
Le temblaban las piernitas, el vestido estaba desacomodado y sucio, pero caminó la poca distancia que la separaba de su humilde hogar, mientras en su cabecita retumbaban las últimas palabras del Cosme.-
¡Si decís algo, nunca más les doy nada fiado!
Como pudo, entró a su rancho buscando el íntimo refugio de su colchón.- Cayó de rodillas sobre él y se desplomó boca abajo.- Las lágrimas explotaron y el llanto elevó la temperatura de su perturbada cabecita hasta hacerla dormir profundamente.-

¡¡Por Dios!!
Fue lo primero que escuchó cuando se despertó.-
Su mamá la acostó boca arriba y la miró desconsolada.- La tomó de los bracitos, la paró sobre el colchón y la abrazó con fuerza.-
¿Qué te pasó, que te hicieron….fue el Cosme?
Lucha bajó la cabecita, las lágrimas se amontonaron en las fronteras de los ojos y su alma no encontró consuelo.- Se quebró y el llanto volvió a fluir.-
¡Te dije que era peligroso….te dije!
Pero la nena todavía no entendía el significado de esa palabra, tal vez, si alguna vez se la hubiesen explicado, quien sabe......tal vez.-
La mamá preparó un fuentón, calentó agua, le sacó la ropita sucia y la bañó completamente, inclusive allá, adonde todavía le dolía mucho.-
Varios días pasaron y todo se fue hundiendo en las siniestras aguas del olvido.-
Y sanaron las heridas, las que duelen y las otras, esas que nos arañan el espíritu.-
¡Porque a esa edad, todo se cura más rápido! Le dijeron.-
Lucha no fue más a la casa del Cosme, pero la mamá y el papá sí.-
Entonces, un domingo a la mañana, muy tempranito, la despertaron con la noticia.-
¡Levantate, nos mudamos a la casa del Cosme!
Lucha no entendió nada, pero se mudaron nomás y los vecinos ayudaron.-
Todos miraban a la nena con una sonrisa y le acariciaban la cabecita, pero ella todavía no entendía nada.-

¡Nos dejás la casa y el almacén o te denunciamos que violaste a la nena, vas preso y la gente del barrio te prende fuego todo.- De las dos maneras, perdés! Dijeron los padres y el Cosme prefirió evitar la cárcel, bajó la cabeza y se fue una noche cualquiera sin que nadie se dé cuenta.-
¡A lo de su hermana la soltera, esa que vive en Nueva Pompeya, allá lejos, en el medio del impenetrable, en el Chaco! Dijeron algunos.-
Y los fríos números de la miseria, habían sacado ventaja sobre la oscura cara de la pobreza.-
Y Lucha quedó en el medio de las transacciones de los adultos y su sufrimiento se transformó en moneda de cambio, pero no pudo reclamar nada.-
Cuando la nena entró a la casa, vio las camas y los colchones casi nuevos y la tele para los dibu en colores.- Y el baño con inodoro y calefón y el negocio lleno de cosas lindas.-
Se sonrió.-
El grabador con la música que le gustaba a la mamá no estaba, pero no importó tanto.-
Entonces corrió hasta las estanterías adonde se entremezclaba la ropa para chicos y mientras miraba todo, la mamá se acercó por atrás, tomó una bombachita nueva y se la dio.-
¡Tomá, es tuya, gracias a lo que sufriste, ahora todo esto es nuestro! Le dijo con su inconfundible sonrisa sumergida en la tristeza.-
Lucha la agarró sin decir nada y corrió al baño, enseguida se sacó la vieja y se puso la nueva.-
¡¡Nueva!! Si hasta tuvo que romperle el plástico que la envolvía y era la primera vez que tenía algo nuevo y encima envuelto.-
¡¡NUEVA!! Exclamó en voz alta y corrió a buscar un banquito de madera, porque el baño tenía espejo, pero estaba muy alto para sus siete añitos.-
Se subió y la miró.-
¡Perfecta!
Y se largó a llorar.-
No sabía bien por qué, pero comenzaba a darse cuenta que su dolor de mil agujas y que su pancita hecha fuego, tenían algo que ver con el cambio.- Y lloró.-
¡Realmente tuvieron suerte, porque la nena anda siempre solita por las calles, si la hubiese agarrado otro tipo, capaz que hasta la mata!
¡Por lo menos, a pesar de la desgracia, salieron ganando!
Fue el comentario chismoso de las vecinas mientras miraban a Lucha con sonrisas envueltas en ternura y le acariciaban los largos cabellos rubios.-
Pero Lucha todavía no llegaba a entender mucho.- Se había terminado la miseria, ahora eran ricos.- Una cama nueva para mamá, papá y ella y otra para los hermanos y encima de dos plazas y con sábanas.- Y la tele para mirar los dibu en colores.-
¡¡Sensacional!!
Y pasaron algunos días.- Del Cosme no se habló nunca más y los vecinos se encargaron de demoler el viejo ranchito.-
¡Para que nadie viva nunca más en esa miseria! Dijeron y todo se llenó de felicidad.-
Entonces, una noche, se despertó sobresaltada, un calor que le quemaba la panza le trajo por un momento la fea imagen del Cosme.-
Y abrió los ojos asustada.-
Pero la cara que tenía delante de la suya, con aliento a vino tinto barato, era la de su papá.-
¡M’jita, se dispertó! Le dijo el papá hablándole bajito mientras miraba los enormes ojitos verdes, casi transparentes, repletos de asombro de Lucha.-
¡Shhh, quédese quietita! ¿Sabe? ¡El Cosme la hizo señorita y como usté ya se curó, el papá va a aprovechar un poquito, así que no se mueva y no diga nada que el papá se encarga de todo!
¡¡No papá, vos no!! ¡¡Esto no........vos me tenés que cuidar, soy chiquitita!!
Gimió adentro de su cabecita y quiso hablar y quiso reclamarle en voz alta, pero su boca se llenó de silencio, sabía que serían palabras lanzadas al viento y entregó con resignación la dulzura de su espíritu de cristal, quebrado en mil pedazos y otra vez la cubrió el manto de la injusticia disfrazado de indigencia.-
Las lágrimas rodaron silenciosamente por sus mejillas.-
Cerró los ojitos, apretó los puños con la fuerza de la impotencia y con la furia que otorga la bronca.-
Y el dolor de panza fue subiendo cada vez más, hasta llegar arriba, justo adonde el grito de la barriga repleta solo de hambre, se confunde con el llanto de la humillación hecha inocencia.-
Y salió el dolor disparado como una flecha que le partió en dos su pequeño corazón.-
A su lado, el murmullo de un llanto ahogado por la almohada, retumbaba adentro del pecho desolado de su mamá.-
Y se dio cuenta que otra vez le había ganado la miseria.-
Y se quedó quietita porque el papá se estaba encargando de todo.-
Y supo que eso era solo el principio.-
Y que ya no le quedaba nadie……nadie a quien reclamar.-

Rosas y Jazmines.- (parte II)

La pubertad le llegó temprano a Lucha, los temores, la indiferencia y una corta vida plagada de injusticias, terminaron de sepultar su inocencia.- La miseria continuó su curso habitual.- Nada cambió.-
La mamá se hizo cargo del almacén y los hermanos siguieron “cartoneando”, pero el papá se guardó en el olvido, inundó su cuerpo con vino tinto barato y ahogó el espíritu que le hacía trotar los empedrados, empujando su ruidoso carrito en busca del sustento, magro pero honorable.-
Lucha comenzó a mirarse al espejo con sus ojitos verdes y mientras peinaba su larga cabellera rubia, le llegaron los cuestionamientos, uno detrás del otro, arremolinándole las ideas hasta hacerle doler su cabecita.-
Recién había cumplido nueve años, pero su cuerpito ya había sufrido la experiencia impiadosa de la promiscuidad.-
Acudía a los reclamos del papá sin decir nada.- Se quedaba quietita y dejaba que él se encargue de todo, mientras su mente viajaba a través de sueños e ilusiones imposibles de concretar.-
Era en su infantil imaginación una princesa rendida en los brazos de un hermoso príncipe azul, de larga cabellera rubia y ojos verdes, y juntos caminaban tomados de la mano sobre un sendero de lajas blancas, prolijamente acomodadas una al lado de la otra.- Jardines llenos de flores les regalaban su acuarela de verdes y en el aire se percibía un intenso perfume de rosas y jazmines.-
Pero solo eran sueños, ella sabía que su pobreza iba más allá de la falta de dinero, su pobreza más profunda era la ausencia de ternura, de cariño, de delicadeza, de amor.-
Los días se fueron resecando en las ramas de la rutina y cayeron uno tras otro, mustios, en el yermo jardín del olvido.-
Y su cuerpo comenzó a notar los cambios.-
El espejo reflejaba una imagen que no lograba entender, había algo distinto, algo que nunca le pareció importante.-
Hasta que por fin se dio cuenta.-
El papá, la mamá, los hermanos, tez oscura, cabellos negros, ojos negros y ella, rubia, ojos verdes, piel muy blanca.-
¡La única de la familia!
Y el cuestionamiento le llegó de la mano de una desagradable noticia que por casualidad, encontró entre sus amiguitas de la escuela.-
¡Los bebés no nacen de un repollo ni los trae la cigüeña!
La idea la desesperó.- Su cuerpo aceptaba sin reclamos los cambios que le exigía la vida y cada vez era más requerida por su papá, pero el tiempo siguió imperturbable y nada pudo hacer para evitarlo, salvo rogar.-


¿Sabés que sos hermosa?
Le dijo la mamá desde la puerta abierta del baño mientras la nena se peinaba suavemente mirándose al espejo.-
Lucha la miró con una sonrisa perfecta, el viejo agujerito había desaparecido y sus labios descubrieron un collar de perlas enhebradas con la perfección de un joyero.-
Ya no la miraba desde abajo, sus ojitos estaban frente a frente a los de su madre, había crecido casi sin darse cuenta.-
Siguió peinándose su larga cabellera rubia y la pregunta se hizo necesaria, levantó el cepillo todavía enredado en él, lo miró y giró la cabeza mostrándoselo a la mamá.-
¿Mamá, por qué ustedes…….y yo…..?
La clásica sonrisa triste de la mamá, dejó ver un pedacito de su corazón y la ternura hecha recuerdo se transformó en lágrima.-
¿Nosotros morochos y vos rubia?
Lucha apenas movió la cabeza confirmando la pregunta.-
Miró al techo, respiró profundo y comprendió que la respuesta tendría el duro impacto de una vida carente de ternura, pero también debía poseer la honesta grandeza de la verdad, la miró a los ojos con el inevitable placer de ser mamá y le explicó.-
¡Porque hace poco más de once años, mi cuerpo era joven, lindo y mi mente ansiosa.- En la casa adonde hacía la limpieza, un muchacho rubio, de ojos muy verdes, me dijo cosas que siempre estuvieron escondidas en mi alma, pero que hasta ese momento, nadie las había encontrado.- Y fue un momento, tal vez el único momento, seguramente el último!
¿Entonces yo….?
Preguntó Lucha mirando a la mamá mientras continuaba cepillándose el cabello.-
¡Sí, sos el hermoso producto de mi única noche de amor!
¿Y mis hermanos?
¡Hijos de tu papá, vos sos únicamente mía!
¿Y sabiendo esto, dejaste que el papá abusara de mí todos estos años y si me hubiera dejado embarazada? Le cuestionó duramente.-
Dio vuelta su cabeza y siguió mirándose al espejo, moviendo bruscamente el cepillo desde arriba hacia abajo con los dientes apretados, casi al borde de la bronca.-
Una lágrima solitaria dibujó un senderito brilloso en la regordeta cara de la mamá y bajó la mirada al piso sin saber que contestar.-
El dulce sabor del recuerdo se mezcló bruscamente con el amargo gusto de la realidad y se conmocionó.-
Caminó unos metros, abrió el cajoncito de la única mesa de madera que servía de comedor y sacó una carpeta chiquita.-
Lucha se le acercó y miró curiosa mientras los gordos dedos de la mamá buscaban ansiosamente entre los papeles.-
Una foto, solo una foto la separaba de la verdad.-
¡Y apareció!
Joven, de cabello muy rubio, profundos ojos verdes y piel muy blanca, de buena posición económica.-
¿Es él? Preguntó la nena tomándola entre sus manos.-
¡Sí! Dijo la mamá inclinando la cabeza hacia un costado, tratando de encontrar en algún lugar de su mente, tan solo una imagen que le devuelva la felicidad de aquella noche.-
¡Es lindo! ¿Adonde vive?
¡En San Isidro, en una casa muy grande!
¿Sabe….?
¡¡¡Noooo....... nunca se lo dije, cuando supe que venías, dejé de trabajar, me dio mucha vergüenza!!!
¿Y el papá….sabe?
¡Sí, pero no le importó, el no entiende de esas cosas del amor y de la pasión! Le dijo casi perdonando la ignorancia de su compañero.-
¡Lucha, perdóname, pero nunca supe como manejar la situación!
Rogó la madre y se abrazaron las dos con la angustia ahogando las palabras.-
Y decidió Lucha poner fin a su calvario.-
Se apropió de los silencios que regala la noche e inventó excusas que se fueron sucediendo una tras otra y con el correr de los días, el papá fue perdiendo interés, hasta que agobiado por el paso del tiempo y la pobreza interminable, decidió el hombre poner límite al sacrificio que le ofrecía su triste rutina.-
Caminó con su soledad a cuestas las tres cuadras que lo separaban del paso ferroviario.- ¡Y esperó!
¡¡Fue el tren!!
Dijeron asombrados los vecinos.-
¡Pobre, era joven, pero se veía que estaba muy mal!
Las lágrimas de la tristeza de Lucha, se confundieron con la alegría por la liberación de sus temores.-
¡¡Se había terminado todo!!
Los días continuaron sumándoles horas a su vida y el tiempo se ocupó de borrar todos los males.-
¡Porque el tiempo siempre cura las heridas! Le habían dicho hace algunos años.-
Hasta que una noche, el hermano más grande se sintió con la autoridad de tomar el lugar del papá.-
Gritos, patadas y hasta un banquito de madera roto en la espalda del muchacho, dio por finalizada la infancia de Lucha.-
Había estrenado adolescencia y nadie más iba a maltratar la gentileza de su alma ni la de su cuerpo.-
Y sucedió una mañana, muy temprano, mientras todos dormían.-
Sacó varias cosas nuevas de los estantes del negocio de su mamá, tomó unos pocos pesos logrados con changas insignificantes, armó un pequeño bolsito y con sus doce años a cuestas, hizo rodar su aliento por esas interminables calles de tierra.-
Y se le volvió a llenar de viento frío la sonrisa.-
Adelante no había nadie esperándola ni tampoco lugar adonde ir, pero no importó, no volvió a mirar para atrás, ni una sola vez.-
¡¡Nunca!!
Sus pequeños piecitos apenas cubiertos por unas zapatillas casi poco limpias, corrieron saltando charcos de aguas nauseabundas y vaciando distancias rumbo a un futuro incierto.-
Y llegó al asfalto.-
Su presencia se hizo misterio, un violento escalofrío le recorrió el cuerpito haciéndola temblar y quiso transformarse en aire y desparramarse con el viento.-
Una carta con pocas palabras daba cuenta de su decisión y los ojos de la mamá, cedieron a un llanto desmedido.- La congoja le oprimió el pecho y miró al cielo.-
Rogó….mil veces rogó para que encuentre su propio camino, para que sea feliz, todo lo feliz que nunca pudo ser ella, salvo por aquella noche, aquella…hace más de doce años.-

Lucha no daba crédito a lo que veía.-
Atrás había dejado un mar de tierra, aguas sucias y miseria infinita, adelante se le abría una experiencia de cemento, casas lindas, autos y colectivos y gente bien vestida.-
Tuvo temor de pensar y arrepentirse, después de todo, todavía era muy chica y podía regresar.-
Pero aspiró profundo buscando en ese aire que le faltaba, la fuerza necesaria y sin mirar nunca más hacia su pasado, se lanzó para adelante, con su larga cabellera rubia, hasta debajo de la cintura, jugando a enredarse con el viento y con sus verdes ojitos entrecerrados por el gélido frío de un invierno que se negaba a morir.-
El borde del pavimento se transformó en una frontera, en un muro, en una puerta que una vez atravesada, se cerraría para siempre.-
Apoyó su pié derecho sobre el duro concreto, cerró los ojos, apretó los puños armándose de valor y apoyó el otro pié.-
Y corrió.-
Corrió hasta que no pudo respirar más y la nariz enrojecida por el frío le dolió mucho.-
Cuando detuvo su marcha y se decidió mirar el camino andado, se dio cuenta que no sabría como volver, se dio cuenta en ese instante, que había perdido todo contacto con su historia y que estaba sola, desorientada y con un solo destino, siempre seguir para adelante.-
El sol asomó sus piadosos rayos de calor.- Se le iluminaron los ojos y le aparecieron chispitas en la sonrisa.-
Caminó muy rápido.-
Se hizo mediodía y fue la tarde.-
Los pasitos de la nena habían disminuido hasta transformarse en un paseo entre cosas desconocidas.-
Todo nuevo, todo asombro.-
Un río de autos a velocidades llegadas del mismo infierno le interrumpió su andar y durante varios minutos estuvo parada, mirando anonadada el incesante paso de vehículos por la enorme avenida.-
¿Cómo llego al centro?
Se animó a preguntar a un desconocido.-
¡Allí mismo, en esa esquina tomás el colectivo! ¿Vas a la capital?
¡Sí! Respondió sin entender a que se refería.-
¿Estás perdida?
¡No, voy a visitar a mi abuelita que está enferma! Le dijo caminando para atrás.- Enseguida se dio vuelta y corrió hasta la parada.-
Una mujer también esperaba y Lucha la miró intentando copiar todos sus movimientos y gestos.-
Levantó su brazo cuando ella lo hizo para detener el micro.-
Subió detrás y miró cuando entregaba el dinero y vio cuando el chofer le daba el papelito.- Preguntó cuanto costaba el viaje y si iba a la capital.- Recibió el papelito y sin saber por qué, lo guardó con cuidado de no perderlo.-
Se sentó al lado de la ventanilla y otra señora, se sentó junto a ella.-
¿Falta mucho para la capital?
¡Uy….si, más de una hora!
Lucha miró a través del vidrio y un mundo hecho fantasía pasaba como un caleidoscopio ante sus ojitos.- Colocó su bolso sobre el costado y recostó su cabecita.-
En sus sueños, era una princesa con un vestido blanco, de largas faldas acampanadas, caminando por un senderito de lajas blancas, prolijamente acomodadas una al lado de la otra; verdes jardines acompañaban su paso y hermosas rosas y floridos jazmines le brindaban su aroma hasta llegar a los bordes mismos de su alma.-
Un joven hermoso, rubio, de profundos ojos verdes se transformaba en el príncipe azul y su cuerpito de bella durmiente, caía rendido en sus brazos mientras escuchaba palabras deliciosas que endulzaban sus sentimientos.-
¡Preciosa….!
¡Mi amor…..!
¡Chiquita…….!
¡Nena…….!
Entonces abrió los ojos sobresaltada cuando la mano apoyada en su hombro la sacudió.-
¡Chiquita….llegamos, acá terminamos el recorrido y te tenés que bajar! Le dijo el chofer con una enorme sonrisa.-
¡Que linda que sos!
¡Gracias! ¿Esta es la capital?
¡Sí, es Plaza Constitución! ¿Estás perdida?
¡No, vengo a visitar a mi abuelita!
Se paró para bajar pero un calor terrible le subió desde debajo de los piés y la paralizó.-
¿Te pasa algo?
¡No nada!
Pero le pasaba.-
Tantas horas caminando sobre el duro asfalto, dejaron sus marcas en forma de dolorosas ampollas.-
Lucha descendió del micro muy despacito.-
Repentinamente, sus ojos se embriagaron de movimiento, coches….ruido….colectivos…gente…más ruido, todos juntos en una horrible sinfonía desafinada que le provocaron un mareo casi instantáneo.-
Se apoyó en un árbol y sintió que su pecho le saltaba fuerte, al ritmo de un corazón descontrolado.-
Lentamente se fue acercando a una pequeña fuente adonde abrevaban varias palomas, se sentó en el borde, descalzó sus pies y sin querer mirarlos, buscó la fría complicidad del agua sanadora.-
Poco a poco, el dolor fue disminuyendo y se atrevió a mirar.-
Varias ampollas le indicaron seriamente que no podría seguir adelante.-
Se preocupó pero no se asustó.-
Secó con suavidad sus fríos piecitos mojados y en su bolso buscó un par de medias nuevas.-
Rompió el plástico que las envolvía y con un gesto de dolor, se las fue colocando.- Luego las zapatillas.-
Un rato se quedó quieta hasta que se atrevió a pararse.-
Un edificio gigante y antiguo, mostraba su cara más ruidosa y decidió entrar.- Como pudo, despacio, esquivando autos, cruzó la calle y ganó el hall principal de la vieja estación ferroviaria.-
Era enorme.-
Cientos de personas corrían desordenadamente para cualquier lado en busca de cualquier cosa.-
¡Preciosa, tengo diez pesos!.......¿Venís? Escuchó que le decía un hombre viejo.-
¿Estás solita?.......¡Tengo veinte pesos! Le insinuó otro.-
Lucha movió la cabeza de un lado para otro y apuró sus doloridos pasos.-
Un largo banco de madera, se transformó en su pequeño refugio mientras su mente de nena asombrada, trataba de asimilar lo que veía.- Apretó el bolso con sus bracitos, sobre el estómago, para darse algo de calor.-
El sol se fue acostando y Lucha también.-
La mañana la sorprendió acostada en el banco de madera, rodeada de un huracán de personas que iban y venían.-
Intentó levantarse pero no pudo y decidió esperar.- Tenía frío, tenía hambre, le dolían los pies y por primera vez......tuvo miedo.-
Otra vez el mediodía y otra vez la tarde.-
Se incorporó como pudo sobre sus dolencias y caminó muy despacio con su bolsito cargado de incertidumbre, sin saber que hacer.-
¡Tengo diez pesos!.........¡Tengo veinte pesos!.........¿Querés fumar?..........¿Estás sola?..........¿Te perdiste?............¡Sos muy linda!..........¿Querés trabajar?..........¿Comprás?
Cientos de palabras invadieron su mente y de pronto se perdieron las imágenes y todo fue borroso.-

Una suave mano acariciaba sus dedos.- Abrió los ojos y se dio cuenta que estaba acostada en un banco, con gente a su alrededor, mirándola y murmurando.-
¿Se habrá perdido?.........¡Es hermosa!..........¡Seguro que se escapó de la casa!..........¡Ha de estar drogada!..........¡Es chiquita, pobre!..........¡Si ya comienzan a drogarse a esta edad……!
Una mujer joven, sentada a su lado acariciaba sus manitos y un hombre le sostenía la cabeza apoyada en una de sus piernas.-
¡Te desmayaste!
Lucha intentó incorporarse, pero el dolor de cabeza se lo impidió, cerró los ojitos y con un gesto de gran molestia se volvió a recostar sobre la pierna del hombre que dulcemente le acarició los cabellos.-
¡Shhhh, quedate tranquila que ya se te va a pasar!
La suave voz de la mujer la serenó.-
¿Sos de acá?
Lucha movió la cabeza para los dos lados sin pronunciar palabra.-
¿Estás perdida?
La nena comenzó a sentarse ayudada por el hombre y quedó en el medio de los dos.- Miró para todos lados y sus ojos se hicieron lágrima inmediata.-
Una manito temblorosa hurgó en el bolsillo de su gastada camperita de jean y sacó la foto de su papá.-
La mujer la miró.-
¡Lindo hombre! Dijo sonriendo mientras miraba con picardía a su esposo.-
¡Es mi papá y lo quiero encontrar!
¿Sabés adonde vive?
Negó con la cabeza, secó con su bracito el agua que le salía de su nariz congelada y agregó.-
¡En San Isidro….creo!
¿Cuándo llegaste?
¡No sé, me parece que ayer!
¡Tenés frío! ¿Comiste?
¡No, pero estoy acostumbrada, en casa siempre pasamos hambre! Dijo con vocecita triste, bajando la mirada y el gélido aire que llenaba la estación la hizo temblar.-
¡Vení, vamos a lavarnos y a comer, después vemos!
Lucha se paró despacio y la mujer le tomó dulcemente de la mano.-
Por primera vez en su corta vida, la nena se sentaba en un bar.-
Sus verdes ojitos estallaban de asombro y comió, despacio pero con ganas, casi con vergüenza, tratando de ocultar los gritos de una panza solo llena de miedos.-
Con cuidado copió los movimientos de los adultos, sabía que estaba entrando en un mundo distinto al suyo y quiso aprender.-
¿Sabés? ¡Nosotros vivimos muy cerca de San Isidro, nos gustaría que vengas a casa así conocés a nuestras hijas, te curás y vemos si podemos encontrar a tu papá! Le dijo el hombre con total aprobación de la esposa.-
Lucha tuvo dudas en aceptar, pero era lo único que tenía y decidió arriesgarse.-
¡Bueno! Dijo mostrando por primera vez su bellísima sonrisa.-
Un auto y una casa que escapaba de cualquier sueño de la nena, terminaron de deslumbrarla.-
Dos criaturas, de seis y ocho años se convirtieron en su tesoro más preciado.-
¡Sus dos pequeñas muñecas!
Dos nenas a quien brindarles todo ese amor que ella nunca tuvo.-
Habitación propia, ropa nueva, comida rica, modales agradables y un profundo sentimiento de cariño, comenzó a cambiar las costumbres y la vida de Lucha.-
Un día de primavera, después de una tarde de juegos en el jardín de la casa, se sintió agotada y en una bocanada profunda, intentó aspirarse todo el aire de la tarde.-
¡Miocardiopatía congénita! Sentenció el médico y aunque no entendió nada, conoció por primera vez un sanatorio y sintió el primer pinchazo de su vida.-
Y dolió un poquito.-
Pero como había pasado por tantos dolores, se aguantó sin decir nada.-
Remedios todos los días y algún que otro pinchazo, fueron transcurriendo en un año sin novedades importantes.-
La vida de Lucha al fin estaba cambiando.-
La nena se había adaptado a la casa y ayudaba en lo que podía, su limitado vocabulario se enriquecía día tras día y sus modales comenzaron el largo proceso del cambio profundo.-
Ingresó a la nueva familia como si fuera una hija más, pero todavía tenía algo pendiente.-
¡Su papá!
Y la noticia llegó con sus trece años recién cumplidos.- Lucha florecía en su adolescencia y su belleza no conocía límites.-
¡Lo encontramos! Le dijeron en la cena.-
Sus ojitos enrojecieron, la congoja oprimió su corazón y el llanto se hizo necesario.-
Pasaron dos o tres días, o tal vez fueron mil.- La espera fue interminable, pero por fin, el auto avanzó por esas calles impecables, con casas salidas de cuentos de hadas que se habrían majestuosas a los sencillos ojitos de la nena.-
Y se detuvieron.-
La casa era enorme, tal como se la describiera la mamá.-
¿La aceptaría el papá?
¿Se enojaría?
Lucha sintió que le faltaba el aire y que su corazón saltaba en su pecho con una furia incomprensible.-
Se bajó del auto y se quedó quieta, parada, agarrándose de la puerta, tomando aire, tomando fuerzas.-
¿Te sentís bien?
¡Sí!
Pero no, no estaba bien, iba a conocer a su verdadero papá, ingresaba a una vida nueva, totalmente ajena a sus costumbres y su cuerpito se encargó de hacerle recordar las miserias de su pasado lleno de carencias.-
¿Y si no la quería por ser pobre?
¿Y si la rechazaba?
¿Y si no era él?
Los nervios secaron su boca.-
Caminó lentamente hacia la puerta de la casa y tocó timbre.-
Una silueta atlética, vestida de impecable blanco, se asomó y la miró detenidamente.-
El pequeño corazón de Lucha saltaba estrepitosamente.-
Era como si se estuviera mirando al espejo.- Rubio, ojos profundamente verdes, lindo, muy lindo, igual a ella.-
El matrimonio observaba la escena junto a sus dos pequeñas hijas a una distancia prudencial y se sonrieron con satisfacción.-
¡Era él, no había ninguna duda!
Temerosamente, sin decir nada y sin quitarle la vista de encima, metió su mano en el bolsillo de la camperita recién estrenada y sacó el único recuerdo que atesoraba en su mente.-
La antigua foto.-
¿Usted tuvo una relación amorosa con una chica morocha que limpiaba su casa hace algo más de trece años?
Preguntó tímidamente con voz temblorosa, mientras estiraba la manito con el trofeo más hermoso de su vida.-
El hombre tomó la foto, la miró y exclamó.-
¡No puede ser!
¡Yo soy su hija, solo quería conocerlo, pero si usted no me quiere, está bien, no vengo a reclamarle nada, me vuelvo a vivir con mi mamá y listo! Le dijo con los ojitos llenos de lágrimas y su corazón cabalgando descontroladamente.-
Las piernitas le temblaron y sin entender qué le pasaba, sintió como se le aflojaban.-
Cayó de rodillas al piso.-
El hombre saltó enseguida, la tomó entre sus brazos y la miró con ojos de ternura.-
¡Claro que te quiero, si sos mi hija....no sabía!
Fueron las palabras más hermosas que Lucha escuchó en su vida.-
Su felicidad se llenó de sonrisa y supo en un instante que eran realidad sus sueños, estaba rendida en los brazos de su príncipe azul, estaba por fin en los brazos llenos de amor de su papá.-
Y fueron las palabras justas.-
Esas palabras que necesitaba para endulzar sus sentimientos.-
Y cerró los ojitos.-
Y al fin se cubrió su tierna adolescencia con la serenidad de una paz merecida.-
Y fueron esas, las últimas palabras que escuchó.-
Su hermosa sonrisa se transformó en mil estrellas.-
Y brincó entre suaves nubes de algodón color cielo, rodeada de cientos de angelitos que le abrieron paso asombrados por su belleza.-
Y fue Lucha un angelito más.-
Un angelito que la pobreza del bolsillo y la miseria del espíritu depositan todos los días en las piadosas manos de Dios.-
Abajo, muy abajo, con un amor sin estrenar, a flor de piel, con el alma hecha jirones, un hombre joven, de cabellos rubios y profundos ojos verdes, gritaba con la desesperación hundida en la angustia, clamando por una ayuda que no tardaría ni un instante.-
Una vida plagada de injusticias, le puso una zancadilla al palpitar de un corazoncito rebosante de ternura aún sin entregar.-
En los brazos de un padre con amor lanzado al llanto, yacía inerte el bello cuerpo de una hija que nunca llegó a conocer.-
Debajo de sus pies, un pequeño sendero de lajas blancas, prolijamente acomodadas una al lado de la otra, se abría paso entre jardines de verdes acuarelas y una suave brisa de primavera, impregnó el aire con el delicado perfume de rosas y jazmines.-